lunes, 5 de octubre de 2015

CON EL SINODO DE OBISPOS SOBRE LA FAMILIA

¿un cisma ante el Sínodo sobre la familia?

Algunos se asustan ante lo que está diciendo el papa Francisco pero su soberbia les tiene ciegos y sordos. No quieren ver ni oír a los anteriores papas –ya llevamos unos cuantos- que nos han querido ayudar a mejorar en la fidelidad al Evangelio.

Así Benedicto XVI pedía por escrito: “Es necesario que en la autocrítica de la edad moderna confluya también una autocrítica del cristianismo moderno, que debe aprender siempre a comprenderse a sí mismo a partir de sus propias raíces” (Spe salvi, 22).

A su vez ya antes que él decía el papa Wojtyla: "Miles de voces piden que el cristianismo se actualice y, conservando su propia identidad, tenga el impacto que tuvo al principio" (Novo Millennio Ineunte, 2001). Esto al final de sus días, cuando al empezar su pontificado ya había escrito: La Iglesia... no puede atravesar el umbral del nuevo milenio sin animar a sus hijos a purificarse, en el arrepentimiento, de errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes. Reconocer los fracasos de ayer es un acto de lealtad y de valentía que nos ayuda a reforzar nuestra fe” (Tertio Millennio Adveniente, 1994, n. 33).

El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y yo digo que tres y cuatro y … hasta que alguien no le quite esa piedra de delante. Hoy como en cada siglo desde que Cristo dejó a su Iglesia en manos humanas, no faltan las dificultades, las incomprensiones, la tiranteces. Que se lo pregunten a Santiago (el menor), a Pedro y a Pablo, por ejemplo.

Sin necesidad de ser exhaustivos, basta quedarse por ejemplo en 1786, cuando el Sínodo de Pistoya donde brotaron las ganas de cambiar lo cambiable de la cara y del "contenido" humano de la Iglesia, tal como se venía pidiendo desde hacía tiempo (siglos). Las voces proféticas que envía Dios suelen ser, no solo marginadas o ignoradas, sino acalladas y echadas a la hoguera.

Nunca faltan los eclesiásticos que no quieren cambiar nada, están fosilizados, y no consienten que otros pretendan cambiar nada para mejorar sin duda. Dios los cría y ellos se juntan para enfrentarse a ese cambio evolutivo que lo ven los que tienen sentido común, los que no tienen nada que perder en esta vida.

La historia de la Iglesia enseña que los cismáticos no han faltado nunca ya desde la primera hora del cristianismo. Pero hay momentos que se van; lo triste es cuando no quieren irse y -para más inri- se atribuyen ser la verdad verdadera, la única y todos los demás equivocados.


Podemos rezar a Jesús, María y José, la Sagrada Familia de Nazaret que este Sínodo de los Obispos pueda despertar en todos la conciencia del carácter sagrado e inviolable de la familia, su belleza en el proyecto de Dios.

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