lunes, 24 de febrero de 2014

IGLESIA POBRE PARA LOS POBRES

¿No se puede ser rico?



Sabemos que es el “lema” del papa Francisco o su proyecto y por eso suele irlo repitiendo para que se nos vaya metiendo en la cabeza y en el corazón. 

A parte de re-organizar las finanzas vaticanas con la nueva Secretaría de Economía y el cardenal australiano Pell al frente, lógicamente no desaprovechó la ocasión con la ceremonia del consistorio de los nuevos 19 cardenales del sábado 23F.

"El cardenal entra en la Iglesia de Roma. No entra en una Corte (…) ayudémonos unos a otros a evitar hábitos y comportamientos cortesanos dijo, como suele hacer, sin rodeos ni tapujos. Es una lección práctica de la reforma que la Curia vaticana necesita. Y en la Misa las púrpuras fueron sustituidas por casullas verde, las del tiempo litúrgico.

Una vez esté en marcha este aspecto de la reforma eclesial, no debemos dormirnos en los laureles pues la cosa, por sí sola, tiende a su posición inicial. La lucha cristiana por alcanzar y mantener la virtud es constante y diaria. Cuando nos relajamos pasa lo que pasa.

Ya el profeta Amós, siglos antes de Cristo, clamaba: “ay de aquellos que se sienten seguros, sibaritas, acostados en camas de marfil, beben vino en anchas copas, con los mejores aceites se ungen”.

Amós, de familia sin tradición profética, aldeano del reino del sur, pastor y recolector de higos, fue enviado a predicar al reino del norte de Israel cuyo bienestar material disfrutaban los ricos y poderosos, mientras los pobres y desvalidos eran oprimidos cada vez más. Los poderosos se atribuían el éxito por el buen hacer y al esplendor del culto y los ritos (idolátricos) a los dioses Betel y Guilgal. 

Debió nacer durante el reinado de Uzías en Judá (785-733) y de Jeroboam II en Israel (788-747). Su doctrina se vio actualizada enfatizando la justicia social que predicaba, aplicando sus propuestas a las circunstancias del siglo XX en los pueblos en vías de desarrollo latinoamericanos y africanos.

El apóstol Santiago escribe muy duro contra los ricos en su carta recogida en el Nuevo Testamento, detrás de las de Pablo y Pedro.

Al inicio del 2º milenio cristiano, ni más ni menos que san Bernardo tuvo que clamar también para sus hermanos de religión poniendo el grito en el cielo. Decía por ejemplo: “Me pasmo de que algunos abades de monasterios de nuestra Orden quebranten con odiosas contenciones esta regla de humildad y (...) porque seáis prelados… no dejáis de ser monjes (...) habiendo logrado con mucho trabajo y mucho precio privilegios de Roma, se apropian de las insignias pontificales, usando también, al modo de los obispos, mitra, anillo y sandalias ... ¿con cuánto oro te parece que pretenderían conseguir el ser llamados obispos?" (Obras completas (II). BAC, 1955, p. 705).
"¿Qué hacéis? ... Ruego que me sufráis un poco y me soportéis... san Pedro de quien no se sabe que saliese jamás adornado de piedras o de sedas, ni cubierto de oro, ni llevado en blanco caballo, ni acompañado de tropa, ni cercado de ruidoso séquito de ministros... En esto habéis sucedido no a Pedro sino a Constantino".

En otro lugar dice haber visto a un abad con la pompa de dos obispos, por el nº de caballeros que llevaba (casi 60). Lamenta que lleven bocado de oro los caballos y arreos encastados de joyas y brillantes.

Arremete contra los abades de su recién fundada Orden pero parece que no le importa el perfil de los obispos, príncipes o condes, con el poder temporal en sus manos.

Cristo siendo rico se hizo pobre nos recuerda san Pablo y leyendo el Evangelio nos llama la atención sobremanera que, siendo Dios, creador del cielo y de la tierra, nazca en un establo en Belén, y nunca viva en un palacio o mansión señorial ni durante su destierro en Egipto ni los 30 años en Nazaret ni luego los dos y medio últimos correteando por todo Israel. Todo su ornamentación era la túnica inconsútil que le debió confeccionar su Madre María.

Juan Pablo I tenía también esa ilusión de devolver a los eclesiásticos el estilo evangélico, según cuentan los expertos en las breves biografías suyas tras su pontificado fugaz de 33 días. Todo lo quería hacer con sencillez, consciente de que ni Jesús, ni Pedro ni Juan ni ninguno al principio cayó en esa tentación.

¿De dónde sale el dinero para dar de comer al hambriento, enseñar al que no sabe, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, etc.? El problema de la pobreza es fácil de resolver si se entiende como una virtud y no simplemente con el reduccionismo de la abundancia o carencia de bienes materiales. La abuela de Sancho Panza decía: “Dos linajes solo hay en el mundo que son el tener y el no tener.

La Iglesia desde el primer momento hacía colectas para atender a los necesitados, no para gastárselos en vestiduras lujosas, coches despampanantes y escandalizadores, en viviendas de lujo o palacios.

Benedicto XVI, que preparaba el terreno a Francisco, nos recordó en su primera encíclica Dios es amor  que el mártir Justino (†155), en el contexto de la celebración dominical de los cristianos, describe también su actividad caritativa, unida con la Eucaristía misma. Los que poseen, según sus posibilidades y cada uno cuanto quiere, entregan sus ofrendas al Obispo; éste, con lo recibido, sustenta a los huérfanos, a las viudas y a los que se encuentran en necesidad por enfermedad u otros motivos, así como también a los presos y forasteros (DCE 22).

Como de vez en cuando se nos va el santo al cielo, por eso de nuevo san Bernardo tuvo que recordar: "Mas claman los desnudos, los famélicos se quejan diciendo: Decid, pontífices ¿qué hace el oro en el freno? Por ventura aparta el oro del freno el frío o el hambre? ... ¿de qué sirven tantos vestidos extendidos en varas largas o doblados en las fundas? Nuestro es lo que vosotros gastáis superfluamente. También somos hechura de Dios como vosotros y estamos redimidos por la sangre de Cristo. ... Andan los mulos cargados de piedras  preciosas y nos dejáis a nosotros en la desnudez. Sortijas, cadenas, campanillas, correas claveteadas y muchas cosas semejantes, tan hermosas en sus colores como preciosas por su peso, van colgando de las cervices de los mulos ... A esto se añade que todas estas cosas no las habéis granjeado por el comercio ni por el afán de vuestras propias manos; tampoco las habéis heredado de vuestros padres (...) Veis aquí los pensamientos de los pobres y lo que ellos dicen al presente delante de Dios que entiende el lenguaje de los corazones. Ellos no osan quejarse en público contra vosotros..." (san Bernardo, ibid, p.685).

El papa Ratzinger también nos dejó escrito (las palabras se las lleva el viento): "Desde el siglo XIX se ha planteado una objeción contra la actividad caritativa de la Iglesia, desarrollada después con insistencia sobre todo por el pensamiento marxista. Los pobres, se dice, no necesitan obras de caridad, sino de justicia. Las obras de caridad —la limosna— serían en realidad un modo para que los ricos eludan la instauración de la justicia y acallen su conciencia, conservando su propia posición social y despojando a los pobres de sus derechos" (DCE 26).

Acabo con otro párrafo de la encíclica de Benedicto XVI: "Es necesario que en la autocrítica de la edad moderna confluya también una autocrítica del cristianismo moderno, que debe aprender siempre a comprenderse a sí mismo a partir de sus propias raíces (…) Quisiera citar en este contexto -sigue el papa alemán- al gran doctor griego de la Iglesia, san Máximo el Confesor († 662), el cual exhorta: «Quien ama a Dios no puede guardar para sí el dinero, sino que lo reparte ‘‘según Dios'' [...], a imitación de Dios, sin discriminación alguna». Del amor a Dios se deriva la participación en la justicia y en la bondad de Dios hacia los otros; amar a Dios requiere la libertad interior respecto a todo lo que se posee y todas las cosas materiales".

Desde Judas la cosa no ha cambiado mucho y desgraciadamente nunca faltará algún Judas que mete mano en la bolsa común porque –lo dice Juan- era ladrón. Pero cuando nos tropecemos con alguno así, no seamos hipócritas gritando y clamando pues el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

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